Inicio de nuevo una ruta. Despidiéndome de mi gente otra vez más…
– En esos últimos días, me preguntaban, ¿Y cuándo vuelves?
– Tengo un billete de ida, nada más – les contestaba –
No hay fecha de regreso, no lo puedo ocultar.
La primera vez que salí de casa para algo parecido al plan actual, fue para cuatro meses. Aquella vez me dirigía a la ciudad de Milán para realizar un Erasmus. Eso se convirtió finalmente en seis en Italia, un año en Inglaterra, varios haciendo una ruta por los Balcanes, otro año y medio en Francia. Para volver a España y pasar unos meses en Avilés e Ibiza, hasta finalmente volver de nuevo a Barcelona.
La segunda, fueron casi tres años por el Sureste asiático, contando entre los países pisados, tales como; Indonesia, Vietnam, Sri Lanka, Maldivas, Birmania, Malasia, Singapur y finalmente Tailandia.
Esta vez, como plan será iniciar por el Caribe, llegar por el lado este de Sudamérica hasta Ushuaia y volver por el oeste hasta Brasil de nuevo. Aún así… dejemos que el universo nos guíe. No nos ha ido tan mal las anteriores veces así que porque debería de cambiar la estrategia y dejemos que sea el destino quien diga donde hay que ir “next”. En definitiva, no hay plan, y no hay tempos.
El momento de decidirse;
Que difícil se hace comprar un vuelo a veces. Siempre se puede dejar para la semana que viene. Sobretodo cuando estas bien en casa. Cuando llegué, era por un mes, han pasado cinco. ¿Por qué te vas entonces?
– Es una buena pregunta.
No hay un motivo de necesidad. Según dicen, vivimos en el primer mundo (según dicen). A priori, debería de haber trabajo, oportunidades y seguridad… pero me pregunto si es todo lo que necesito en mi vida…
Mi padre, en los días antes de mi última salida y después de haber vivido muchos años fuera, seguía sin entender por que me voy de nuevo;
– ¿No estás bien aquí?
– ¿Para qué te vas, me pregunta una y otra vez?
Hace tiempo me di cuenta, que, en mi familia, no se acaba de entender que yo emigre de un país a otro por gusto y placer, cuando ambas de mis dos familias lo han hecho por cuestiones económicas y laborales en los 70s y 80s.
Yo intento explicarles que viajo con una maleta, en avión, con pasaporte europeo, formación y por gusto. No porque nadie ni nada me obliga. Pero supongo que no tuvo que ser nada fácil emigrar en circunstancias, ni formas en la que ellos/as lo hicieron. Así que trato de entenderlos. Reflexiono y dudo si son sus miedos proyectados en mi persona, o es porque realmente no lo entiende.
Aún así he interiorizado ya, que sus miedos no pueden limitar mi persona. Así que, con todo el amor del mundo, les abrazo y les agradezco todo lo que han dado y hecho por mi. Como siempre digo, soy un afortunado por tener la familia que tengo. Ahora me toca a mi decidir que quiero para mi vida, y afrontar mis miedos, no los de otras personas.
Decir hasta pronto, una vez más;
Esta vez ha sido dura la despedida con ellos. Tengo que reconocerlo, que ha sido la más dura hasta la fecha. Reflexionando al respecto creo que cuando eres niño, necesitas a tus padres, y hermanos/as y los amas porque son tu protección y refugio.
Cuando vas creciendo, los “odias” porque te limitan todo aquello que tu quieres hacer.
Pero llega un momento, en que, desde otra mirada, vuelves a amarlos con todas tus fuerzas. Los ves haciéndose mayores a la vez que tu vas creciendo. Y te das cuenta entonces, de muchas cosas que hasta la fecha ni habías visto. Creo que ha esto le llaman madurar.
Es en estos momentos, que te empiezan a venir a la mente, frases de la abuela/o cuando ibas a verla al pueblo y te decía, que iba a ser la última vez que la ibas a ver. Por supuesto, mis padres no son tan mayores, pero este momento de despedidas, se empiezan hacer cada vez más amargas y los fantasmas aparecen inevitablemente.
Para este momento, me ayudó una reflexión que tuve unas semanas antes y fue el momento en el que decidí volver a volar. Te recomiendo que la tengas, si en algún momento estas pensando en hacer algo así.
¿Que quieres para tu vida, y cual es su coste de oportunidad?
(el coste de oportunidad es una terminología que se usa para referirse al hecho de que pierdes o dejas de percibir/ganar cuando estas entre dos decisiones. Por ejemplo, entre opción A y B, pongamos que elegimos la opción B como la buena. Esto hace que pierdas A. Obviamente se supone que B es la que más te da o es la que prefieres, por eso la eliges, pero ello no hace que dejes de perder A. No es un termino negativo, simplemente de poder contemplar que ganas y pierdes cuando estas en una situación de decisión.
Para mi este es el punto clave, ya que hasta hace poco me martirizaba por ello. Viviendo de forma nómada, te pierdes nacimientos de hijos/as de amigos y familiares, te pierdes quedadas, fin de años, cumpleaños, reuniones, bromas que tienes y entiendes con los tuyos, cervecitas de desahogo con tus mas allegados justo en ese momento en que lo necesitas. Por no decir, tener armarios con varias prendas de ropa, o simplemente “tus cosas”. Rutinas que posees en tu día a día y por supuesto ver a tu familia y amigos a menudo (o cuando te/os dignáis hacerlo).
Muchas de estas cosas se pueden llevar de una mejor o peor forma, las videoconferencias por ejemplo o redes sociales han hecho que esto sea mucho más llevadero. También por ejemplo dejar de estar atados a las cosas materiales, cambiar la rutina por experiencias nuevas cada día. Dejar de comer lo que me gusta, por probar cada día algo diferente. Como ves, se puede decir de muchas formas esto, pero es importante valorar que no son diez días de vacaciones, donde a todos nos gusta romper una rutina o visitar lugares y estar con gente nueva. Ya que esto es muy bonito cuando se hace por un periodo corto de tiempo, pero…
- ¿A todos nos gusta estar separados de los nuestros?
- ¿A todos nos gusta dormir cada dos o tres días en camas diferentes?
- ¿Cómo te sientes al tener todo en una mochila y estar todo el día rebuscando cosas?
- ¿Cómo crees que llevarías, ponerte una y otra vez sin tener opción la misma camiseta, pantalón o deportivas?
Seguramente no sean las cosas más importantes, pero son algunas que te aseguro que te afectan en un momento u otro.
Por eso, has de tener claro que todo tiene un coste de oportunidad. Y aquí viene la pregunta clave;
¿Cuál es la que tu eliges soportar?
Es decir, lo podriamos resumir este concepto en;
“No solo elegir lo que quieres, si no, elegir aquello que eres capaz a renunciar y tener claro que ese es el precio que pagar por lo que quieres, y que ello no te lleve a un estado negativo mentalmente hablando”
En este aspecto me he cruzado con muchos viajeros, que han tenido que volverse a casa porque echaban de menos a los suyos, o por un tema gastronómico, por un tema de clima, entre otras razones. Estas hacían que vivieran peor fuera de su tierra que en ella y llega siempre un punto que no encuentras el sentido de estar alejado ya de todo ello. Ahí es cuando sientes que el viaje se terminó. A todos nos ha llegado esto en un momento u otro. Por el contrario, también he conocido a muchos que me dicen ” yo no echo nada de menos”…
Por mi parte, yo he elegido pese a que me duele en el alma, vivir mi vida, sabiendo que me estoy perdiendo momentos con mi familia y amigos. No voy a decir que no echo nada de menos ni mucho menos, pero este es el precio a pagar. Y sabiendo que hay muchas comodidades que no voy a tener. E incluso haber perdido o postergado conocer a personas interesantes que se habían cruzado por el camino en los últimos meses…
Mi primer destino; Punta Cana, Republica Dominicana.
Una vez llego al aeropuerto, tengo miedo.
Sí, no se a donde voy ni por qué. Solo se que lo que me espera es positivo, y me va a ayudar a crecer.
En cierta medida como cuando mi abuelo se iba Alemania a buscar trabajo. No sabia ni a donde iba, pero sabia que eso era lo que tenia que hacer. Este es el único sentimiento que tengo claro.
El actual viaje es diferente a los anteriores, ya he vivido este momento varias veces y en cierta medida se que estos miedos son normales, y que cuando llegue todo me parecerá extraño y diferente. Como les digo a los Voluntarios Europeos con los que trabajo desde hace años, “dale un mes, todo se normaliza”.
Al llegar al primer destino, me encuentro con tres cosas, que se repiten una y otra vez en cada país al que visito.
La primera, a los españoles se nos nota y reconoce en cualquier lugar del mundo. A veces incluso, demasiado.
La segunda, siempre hay una comunidad de “Expats” (ex patriados), terminología que se usa para personas extrajeras que viven en un país en concreto por un largo periodo y diferenciándolos quizá de los turistas de una semana o dos.
En este grupo, en concreto los españoles, siempre te encuentras a personas que aman el lugar en el que estas, y te dicen que de volver a España “ni hablar, que esto (da igual donde estés) es lo mas maravilloso del mundo”.
Me hace gracia ver que esto me lo repiten una y otra vez haya donde vaya. Y me hace ver que da igual el destino, si no cuanto tu estés enamorado del lugar. Hace lo pensaba y llegaba a la conclusión que es como cuando amas a una persona. Da igual como sea si alta, baja, rica o pobre, etc, si te hace sentir bien, esa es la persona o el lugar. Sin olvidarnos que una gran parte viene al hecho de como tu lo/la miras.
Y, por último, seguramente la que más me va a afectar en Centro y Latino América, soy blanco y europeo. Esto lo he podido percibir desde que he llegado, para lo bueno y para lo malo y rápidamente me ha venido sensaciones muy parecidas vividas en la India y en varios países africanos.
Veremos como continua.
Por ahora, como me dijeron cuando inicie mi andadura de monje, “has hecho lo más difícil, que es decidirte hacerlo”. Ya he cogido el avión y he llegado al otro lado del mundo. Inicia la ruta de las Américas…