Momentos energéticamente mágicos

Cuando viajes por Tailandia, podrás encontrar esto que ves en la foto. Es un pequeño templo/casa que se le hace a los espíritus de las personas que han fallecido en una familia. Suelen ponerse en las carreteras, en las entradas de las casas, o cualquier otro lugar que este cerca de un árbol. Se cree, que los espíritus viven en los arboles, y en este “mini templo”, se les ora, y se utiliza para darle también de comer y beber. Esta, no es una tradición budista propiamente dicha, diría que es más bien Tailandesa. En la historia de hoy, toca volver a casa, a mi patria, volvamos a España. 

Durante muchos años de mi vida, pude ir a veranear “al pueblo” de donde proviene mi familia materna, Ciñera de Gordon. Este es un pequeño y bellísimo pueblo en el norte de León. Verde, rodeado de montañas, mantas y chaquetas hasta en verano, cocinas de carbón, olor a leña allá por donde vayas y abuelas haciendo punto de cruz las cuales te preguntan a menudo “¿y tú de quién eres?” mientras paseas por él. Naturaleza en estado puro. 

Durante estos veranos, tenia la costumbre de subir al cementerio del pueblo en el cual estaba enterrado mi abuelo. Reflexionando al respecto, creo que esta pudo haber sido mi primera experiencia en la meditación.

Los monjes usan los cementerios para meditar muy a menudo, especialmente durante la noche. Miedos, voces, sonidos de animales, creencias, hacen que este trabajo sea realmente profundo y lo hacen sin dormir. 

Cuando iba a verle, me solía sentar e incluso tumbar con él. Pensaba, respiraba y estaba presente. Tranquilamente. Le hablaba y le contaba todo lo que me había pasado durante ese año en el que había estado en Barcelona, las chicas que me gustaban y cómo había ido con la temporada de básquet, y a veces le hablaba del cole. Lo cual era posiblemente las tres únicas cosas que tenían importancia durante mi niñez. Que simpleza tan adorable y envidiable la niñez.

Como ves, este era un momento mágico, aunque a veces cuando me veía la gente del pueblo subido encima de una tumba…debo de reconocer que no me miraban del todo bien. Pero era un momento súper especial que compartíamos mi abuelo y yo y que hasta el día de hoy nadie había sabido al respecto. 

Aún así, en este lugar tuve una experiencia, aún si puede, mucho más grande energéticamente hablando. Recuerdo la primera vez que me fui con “la catalana” al bosque que rodea el pueblo y el cual fue premiado como bosque mejor conservado en 2007 de España, el cual es pura belleza, lo podéis ver en la foto a continuación.

Hago aquí un pequeño inciso, si, en los pueblos todos tenemos este tipo de motes, y yo obviamente era el catalán y estaba también la “catalana”, se llama Laura, cuantas horas de tren Barcelona-León, nos habremos pegado, durmiendo en esas literas muertos de frio, donde de aquellas, incluso se fumaba dentro del tren, para ir cada verano al pueblo. Bien..

El Faedo. Ciñera de Gordon, foto de @Edgargarcia, extraída de Minube

Volvamos al bosque, era un día sin viento, soleado e ideal para ir a la montaña, cuando apenas habíamos iniciado la ruta, mi amiga Laura se detuvo en un árbol muy muy grande que hay a la entrada del verde espectacular del “Faedo” en el lado de la ribera, junto al rio. De frente aquel árbol, el tiempo se paro y la energía cambio de un segundo a otro… moviéndose todos ellos de una forma muy estrepitosa. En aquel momento, mi amiga Laura se agacho. Os juro, que yo pensaba que algo se estaba invocando o algo estaba pasando. De verdad fue un momento energético como nunca antes ni después posiblemente he vivido. 

Mirando a Laura que seguía agachada, ella empezó hablar bajito. Yo, atónito y muy poco creyente de nada en ese momento de vida y desde esa niñez ingenua y curiosa le pregunté… con quién hablas? Aún recuerdo como se giro y mirándome me dijo, “Con mi padre, aquí están sus cenizas, en este árbol”. 

Aún sigo pensando, que no creo que pueda haber un mejor lugar al que ir para visitar a tu padre el resto de tu vida.

En la actualidad, después de más de 15 años, cada vez que veo una pequeña casita de estas Tailandesas, me acuerdo de Laura, de su padre y de ese momento que compartimos de energía y magia pura. Y me creo que las energías de nuestros antepasados se queden queden a vivir en los arboles, ya que yo pude ver esa energía con mis propios ojos.

Por ello y ya lo dejo aquí escrito, nunca me metáis en una caja y me encerréis en una pared sin sentido, tapiada con cemento. Arrojar mis cenizas al mar, a la montaña, a los arboles como al padre de Laura… a la Pachamama, allá donde algún día si queráis verme podáis volver, podáis abrazar, sentaros y/o sentir, y porqué no, como hacen los mexicanos, celebrar conmigo junto a una buena fiesta de reencuentro con comida y bebida para todos.  

Para que nunca, nunca, nuestras madres, padres, ni seres queridos, se vayan del todo y formen siempre parte de nuestras vidas…Por ti Catalana, gracias por compartir conmigo, ese maravilloso momento con tu padre.

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