Esta carta de tarot muestra un final. No tiene porque ser físico, o si, pero suele indicar el final de algo, de un trabajo, de una relación amorosa, y aunque siempre terminar algo significa empezar algo nuevo lo cual es positivo, esta carta esta conectada con ese transito de sufrimiento que conlleva ese final. En el actual post, me gustaría compartir la experiencia más dura y trágica en mi viaje por el sud este asiático…espero.
Por respeto a la familia y a la persona de la que el post trata, no daré nombres ni localidades especificas ni en este, ni en la continuación del post.
Durante mi ceremonia de ordenación, (el día que te oficializan como monje),nos desplazamos a un templo en Chiang Mai muy grande, para hacer la ceremonia. Una vez terminada, disfrutando de mi primer día como monje habíamos vuelto a nuestras habitaciones.
En ese momento decidí junto a LP Adam, realizar un poco de estiramientos. Una vez realizada dicha actividad, llegando a la fase final de la misma me disponía ha realizar mi última pose de Shavasana (tumbarse para conectar con tu cuerpo e interiorizar toda la practica realizada de Yoga) es decir en el momento más tranquilo de todos, se oyeron a unos novicios (niños que están estudiando para ser monjes) muy alterados cerca de mi habitación. En ese momento, vino a buscarme mi compañero Adam, el cual había salido de la misma, para buscar agua a la zona común del edificio.
De forma muy tranquila, y sorprendentemente “casual” LP Adam me pregunto…
Adam: ¿Alberto, verdad que tú sabes nadar?
Alberto: Sí, ¿por qué lo dices?
Adam: Hay unos niños Thai ahí fuera que están diciendo que un niño está ahogándose en el lago…
Cara de Alberto 😳…Cómo???
Salimos corriendo de la habitación, pero cuando no habíamos dado ni tres pasos, me di cuenta de mi vestimenta… y me volví a mi habitación. Y le dije a Adam, oye. ¡!yo no puedo salir así¡¡
Hago un inciso aquí, (que quizá no debería, pero es una anécdota muy divertida dentro del drama), el caso es que hasta apenas unas horas antes yo no era monje, con lo cual aún poseía conmigo alguna prenda de ropa de los “lay people”, es decir de la gente corriente.
En ese caso tenia puesto una maya/pantis que usaba para dormir y hacer Yoga. Una vez haces la ordenación como monje, ya no debes nunca más utilizar ninguna ropa que no sea la naranja. Yo en ese momento, todavía no sabia ni vestirme, porque vestirse con la ropa de monje es todo un arte, y durante los primeros días/semanas, te suelen ayudarte a vestirte. Por eso estaba usando esta pieza de ropa “indebidamente”… (si mi resistencia a las ordenes y reglas fue algo que tuve que trabajar mucho). Pero para mi tenia sentido no hacer ejercicio con la ropa “oficial”, sudarla y tener que doblarla de nuevo y volverme a vestir (esto que no salga de aquí que se enfadarán mucho si lo saben los monjes).
Aunque esto lo veáis una tontería nos reservábamos como una hora para solo el hecho de vestirnos ya que tiene que quedar “perfecto” si no, los monjes maestros te dicen “por favor vístete de nuevo”. La vestimenta es algo súper importante en la comunidad budista, muestra muchas cosas. Y nos vestíamos y desvestíamos unas 4/5 veces al día.
En ese momento, mi cara y la de Adam fue un poema, del rollo, como veis esta es una norma muy clara y muy estricta, pero hay alguien muriendo, ¿¿qué hacemos?? (fíjate tu, lo inculcado que lo teníamos ya en nuestra cabeza esto…)
En ese momento, Adam con voz de niño bueno, le preguntó a nuestro maestro monje que estaba justo en la zona común, diciendo… “Alberto no tiene la ropa apropiada, puede salir como va, e ir al lago?”
(si me hubiera dicho que no, hubiera tenido que doblar mi ropa y vestirme, lo cual hubiese sido como mínimo 15 minutos si me hubieran vestido¡¡) En ese momento, el maestro contesto “Si si, puede salir” siempre con una tranquilidad sorprendente digna solo de un monje…
Por fin salimos corriendo… y llegamos al lago y todo fue muy raro…El caso es que ya habíamos escuchado las sirenas de una ambulancia que había pasado por la zona pero no sabíamos de que iba la cosa. Pero al llegar al lago, vimos a unas 50 personas alrededor del mismo, y dos personas dentro en el agua subidas a unas botellas de plástico en la superficie y con una caña de bambú en la mano, vamos una situación como poco, peculiar.
Mi cara con la de Adam y Federic, que se había sumado a la gesta, ¿fue de… que esta pasando aquí? No entiendo nada. Pensamos que el problema es que no podían salir del lago, y fue lo que preguntamos.. ¿Y nos decían “Nai nai” (no no) y toda esta gente, que mira? Nai nai…
No entendíamos nada… en ese momento llego nuestro maestro monje, al lago el cual sabe ingles y nos tradujo la situación, siempre de nuevo, muy muy tranquilamente. “ahí, en el el fondo del lago hay un niño”. En ese momento solo pregunte una vez mas:
¿ Under wáter???
(en Tailandia hay que hablar como indios a veces para que nos entendamos ya que su idioma es así y usan las construcciones gramaticales de esa forma incluso hablando en inglés)
Yes, me contestaron…
Sin dudarlo ni un solo segundo saltamos, hay que decir que ni miramos cuanto hondo era donde saltamos, y que no nos partimos la cabeza de milagro, pero son esas cosas que haces cuando te envalentonas, un típico “no hay huevos” español en toda regla.
Si una cosa he aprendido en Tailandia es que parece todo un caos, y que crees que nada tiene sentido, pero que, de un momento a otro, de repente, todo se soluciona, o se realiza como debería. Cuando yo vi a la gente encima de unas botellas de plástico con una caña no entendía porque lo hacían. Lo descubrí apenas 10 minutos mas tarde cuando yo empecé a subir y bajar para encontrar el cuerpo como un loco, y en el momento que ya me quedé sin aire y cansado como una mona, empecé a utilizar la caña de bambú que estaban usando y aguantarme en ellos que no requerían esfuerzo, para aguantarse en la superficie. Piensan súper simple, pero de una forma muy coherente, y muchas veces debido a que las emociones no les pueden, piensan con la cabeza y no con el corazón. Esto es una muestra más de cuanto difícil a veces nos hacemos la vida en occidente.
Después de 15 angustiosos minutos, logramos tocarlo con la caña de bambú y saber dónde estaba el cuerpo. Me hundí para saber la distancia que me separaba de él y lo toque con mi pie habrían tipo 6/7 metros. Dios…fue muy angustioso tocar un cuerpo debajo del agua. Es el típico sentimiento de tocar algo en el mar y no saber que es… pero esta vez sabia que era un cuerpo humano…
Llamé a los compañeros que tenia cerca mío, y les dije que vinieran donde yo estaba, que lo había tocado y que estaba ahí el cuerpo. Ese momento se oyó en el lago como si hubieran señalado un penalti, y nos estuviéramos jugando la Champions League…. Era el momento de sacar el “buceador” qué había sido en los últimos meses y extraerlo del fondo del lago.
Me hundí con todas mis fuerzas, lo sentí con mi mano… cogí como pude algo de su cuerpo que toqué y no sabia ni que era y me entro un repelús en mi cuerpo interesante…me impulsé hacia arriba sin apenas aire…logré salir a la superficie no se bien ni como, y chillar…Help me!!!! Un pie se asomaba junto mi mano… Esta, será una imagen y una sensación que jamás olvidaré en mi vida, aun siento su pie en mi brazo…
Los compañeros lo sacaron del agua, lo tumbaron en la orilla más próxima, mientras yo me preparaba para reanimarlo, aún había posibilidades de salvarlo, el agua estaba muy fría y eso ayudaba… Sin pensarlo, empecé a realizarle el boca a boca y la reanimación con mis manos. Para los que se lo pregunten, durante el 2020, me he sacado los títulos de primeros auxilios y de reanimación, y soy instructor de ello. Pero esta era la primera vez que lo hacia en una persona real, y no en un muñeco…de aquí viene también la frustración de todo…
La cara de los monjes al verme “besar” a un niño fue de… !!Dios que esta haciendo¡¡… pero vamos nadie dijo absolutamente nada. Mi compañero Federic se sumo a la gesta, e indicándole como tenia que hacer la presión en su pecho, a la primera, ya le rompió las costillas (esto hay que hacerlo o suele pasar, al presionar con fuerza, para que sea efectivo). El sonido de oírse romper las costillas se me metió en mi cabeza como un puñal, pero no había mucho tiempo de lamentaciones. Empezaba a salirle agua y sangre por la boca, con lo cual era una buena señal, estaba expulsando todo lo que tenia en sus pulmones, empezamos a tener esperanzas. En ese momento otros monjes se pusieron alrededor del cuerpo, ha realizarle Reiki y a rezar…este momento fue mágico, como si de una invocación se tratara.
Los sanitarios, que estaba presente, pero al no saber nadar poco habían podido hacer hasta el momento, llegaron a la orilla del lago que estábamos, y nos sustituyeron. Fuimos intercambiándonos, ya que es un momento de muchísima tensión muscular y ya con las mascarillas correspondientes y medidas sanitarias correctas (se tiene que evitar el contacto boca a boca si es posible, sobretodo con los flujos de una persona), pero vamos que hasta ese momento lo que menos me preocupaba era eso, pudimos hacer mucha más presión en la entrada de aire.
A pesar de todo este esfuerzo y después de los reglamentarios treinta minutos de reanimación y auténtica desesperación, los sanitarios hicieron eso, para lo cual solo ellos están preparados, poner a un niño de quince años una manta por encima dando por finalizado todo el esfuerzo de la peor de las maneras posibles.
Pero este viaje no me iba a dejar de sorprender y lo más fascinante estaba por llegar, la muerte en el budismo II; el entierro